Grandes Iconos Universales VII: La Gioconda, Leonardo Da Vinci, 1503.
Florencia, año 1503, momento en el que
se va realizar el más célebre retrato de la Historia de la Humanidad, y no es un
retrato de un Rey o un Papa, es el rostro de la esposa del gran comerciante y
banquero florentino Francesco del Giocondo, Monna Lisa o Lisa
Gherardini. Dicho retrato es una buena prueba de que las repúblicas o
ciudades-estado italianas, como Florencia o Venecia, gozaban de una
preponderancia económica, comercial y cultural muy superior al resto Europa,
sólo tendrían parangón con la Brujas flamenca, recordemos el Matrimonio
Arnolfini. En Florencia cuya sociedad política estaba dominada por la
poderosa familia Médicis, va a surgir un humanismo cívico y un gran
renacimiento cultural. Banqueros y comerciantes hacen grandes fortunas y se
convierten en Mecenas de este gran Renacimiento humano y artístico, con lo que
Florencia es la capital del arte renacentista. Estamos inmersos en el
Cinquecento, a inicios del siglo XVI, momento, que para mi, supone el
cenit de la Pintura Universal, si exceptuamos a Velázquez. Con Leonardo,
Rafael, Miguel Ángel, Tiziano o Veronés la evolución
de la pintura es más que sobresaliente. Ya que la pincelada y el color se
manejan de forma más suelta, mientras que el dibujo y el contorno pierden su
imperio. De forma que, la luz y el color predominan sobre el dibujo. Las formas
con claroscuro de sombras y luces adquieren un aspecto redondeado en detrimento
de la apariencia plana. La obtención de volumen se convierte en un objetivo
capital a través de los sombreados o juegos de luces y sombras. La luz adquiere
mucha importancia y se apaga la obsesión por la perspectiva, adquiriendo los
cuadros una profundidad natural. Además el paisaje se enriquece en vibraciones
lumínicas, fondos neblinosos, rocas, crepúsculos, matices románticos. Y la
composición es clara, las figuras se relacionan con las manos y los ojos, se
utiliza la perspectiva aérea o el famoso sfumato de
Leonardo.
Leonardo Da Vinci constituye, por su
pasión por las diversas formas del saber, el gran arquetipo del hombre
renacentista. Sus manuscritos y dibujos nos hablan de su dimensión científica,
como destacado anatomista, arquitecto, ingeniero, botánico e inventor. Como
filosofo, en sus escritos y tratados se nos muestra como gran regenerador de la
cultura clásica y nos demuestra su afán de experimentación. Era un adelantado a
su tiempo marcado por una gran genialidad y una fecunda imaginación. llegando a
idear el helicóptero, el automóvil o el submarino. Y en sus contadas obras de
arte conoces a un Leonardo excepcional, ya que era superdotado para el arte
pictórico y para la ciencia. Con Leonardo el arte se hace científico, armonioso
y equilibrado alcanzando las más altas cotas de genialidad de la historia de la
humanidad. Sus obras son iconos imperecederos, inmutables e inimitables de la
civilización occidental, fiel reflejo de esta etapa, el Renacimiento, la más
gloriosa del arte.
Leonardo, iniciado en el taller de Verrochio,
junto a otros pintores como Botticelli o Perugino, domina la profundidad de
forma natural. Empleando y sublimando la perspectiva aérea, con el denominado
sfumato, con el que capta el ambiente que envuelve a las figuras.
Abandona la definición pictórica de contornos, con el paso gradual de la luz a
las sombras, que da volumen a la figuras. Cimero maestro de la composición y de
los grandes estudios anatómicos y psicológicos de las figuras humanas, mencionar
su famoso Hombre de Vitruvio. Sus rostros nos hablan, nos trasmiten
emociones y sentimientos. Como demuestra en La Gioconda, donde además se
nos revela como el gran maestro de las luces y las sombras, somete al dibujo a
un efecto difuminado, por medio de contrastes suaves de luces y sombras dando
volumen y un aire enigmático a la figura de Monna Lisa. Una figura que está
inmersa en una atmósfera o refugio rocoso absolutamente irreal,
sobrecogedor, agreste, salvaje... con caminos que parecen llevar a ningún sitio,
montañas tenebrosas, valles áridos y un río neblinoso bajo un puente, único
símbolo de la civilización, de la arquitectura. Es capital el empleo del
sfumato, técnica que difumina suavemente los rasgos hasta hacer
indefinibles los contornos. El hermoso y enigmático paisaje del fondo, de un
matizado tono azul, queda tamizado con un degradado invisible que hace que se
confunda con los contornos de La Gioconda, en una conjunción verdaderamente
sublime. La composición es de una racionalidad asombrosa, la cabeza de La
Gioconda ocupa el centro de la composición de forma equilibrada y apacible, la
luz se centra en su rostro que resplandece con vigor.
Leonardo coloca los brazos y las
manos de La Gioconda delante del busto para empujar el cuerpo hacia atrás
y lograr ese ansiado volumen tridimensional. Para muchos investigadores esa
posición de las manos hace suponer que la modelo estaba embarazada en el momento
de ser retratada. Es una hipótesis muy plausible si tenemos en cuenta otros
precedentes como el mencionado Matrimonio Arnolfini, en el que la esposa
Giovanna posa su mano sobre su vientre de embarazada como símbolo
esperanza.
Por otro lado, estamos ante la sonrisa
más melancólica y misteriosa de la historia del hombre. Leonardo con su gran
domino de las luces y las sombras genera una sonrisa desconcertante. Una sonrisa
que no aprecias si te fijas en ella directamente, te das cuenta de esa amarga
sonrisa cuando contemplas la globalidad del cuadro. Es una sonrisa sutilmente
insinuada que más parece indicar desasosiego y melancólica que alegría.
La mirada de la Gioconda parece estar
dirigida ligeramente a la izquierda, como si en el momento de ser retratada
estuviera rodeada por otras personas. Algo muy lógico, según Vasari,
Leonardo tenía un buen séquito de personas a su alrededor cuando pintaba, hasta
músicos. Sobre la cabeza tiene situado un velo, símbolo de pureza y castidad.
Además se une la ambigüedad del rostro, se podría decir que se caracteriza por
la indefinición sexual que la hace parecer casi un adolescente más que una
mujer. Curiosamente no tiene ni cejas ni pestañas, para algunos borradas por
posteriores restauraciones, para otros aumenta la ambigüedad del rostro. Parece
ser que Leonardo nunca las pintó, ya que estamos ante una obra inacabada, que
nunca se terminó. ya que Leonardo tuvo este retrato durante toda su vida, y lo
sometió a constantes retoques. Unos retoques que abundan en la ambigüedad y el
misterio que se desprende del rostro de la Gioconda.
Por todo lo dicho, La Gioconda es el retrato
más famoso de toda la Historia del arte y de la Humanidad, al generar gran
número de opiniones, literatura y controversias. Va a ser sometida a múltiples
análisis científicos de los que nada en claro se ha sacado, salvo que
posiblemente si estaba embarazada y que no estamos ante María Magdalena, ni hay
ningún mensaje oculto detrás de La Gioconda. Como insinuaba el iluminado
escritor de la “novela” El Código Da Vinci, si es que a veces no sabemos
distinguir la realidad de la ficción. Lo que si es real es que fue una obra
famosa desde el momento de su creación, el joven Rafael siempre se sintió
atraído por ella. Para Vasari la “Monalisa era muy bella y Leonardo,
mientras pintaba, procuraba que siempre hubiese alguien cantando, tocando algún
instrumento o bromeando. De esta manera, la modelo se mantenía de buen humor y
no adoptaba un aspecto triste, fatigado”. Una afirmación no probada
empíricamente, lo que si está probado y demostrado es que el aire enigmático que
Leonardo supo darle a un simple retrato lo convierte en un icono que ha marcado
la mirada del hombre y de la humanidad.